Épica individual y en cámara lenta

Chariots of Fire (1981), en castellano Carrozas de fuego, obtuvo el Oscar a mejor película. Dirigida por Hugh Hudson, cuenta la historia de dos atletas británicos que compitieron en los Juegos Olímpicos de París 1924. La película es ceremoniosa, como la época que rememora.

Por Nicolás Bianchi

La marca distintiva y perdurable de Chariots of fire es el tema original compuesto por el griego Vangelis Papathanassiou, que solo es utilizado en la apertura y el cierre del film. Los compases de la canción, sobre un fondo de sintetizadores, buscan resaltar el esfuerzo de los corredores que protagonizan la película. La proeza que cuenta la película es la del arresto individual y la constancia.

Harold Abrahams (Ben Cross) es un joven judío que es uno de los mejores atletas de su colegio y luego de su universidad. Si bien no es del todo aceptado por su religión, su condición deportiva le permite pertenecer a la elite de la juventud que se educa en las mejores instituciones de Inglaterra. En paralelo se desarrolla la historia del devoto cristiano escocés Eric Liddell (Ian Charleson), de origen noble y además el hombre más rápido de su país.

Liddell, un miembro destacado de su comunidad, en la campiña escocesa.

La trama los cruzará primero como rivales en competencias locales y luego como compañeros del equipo británico en los Juegos Olímpicos de París 1924. El esquema de valores en el que se desarrolla la historia es explicitado cuando Abrahams declara ante las autoridades de su universidad, que lo miran con cierta desconfianza por no ser cristiano, que su esfuerzo busca representar primero a su familia, luego a la institución educativa y por último al país.

Chariots of fire recrea una época mirada con cierta nostalgia conservadora, en la que los hombres jóvenes se movían en el estrecho marco de las instituciones que nombra el personaje. Cada lugar tiene sus ritos, sus himnos y sus costumbres, y la película se detiene a exhibirlos, lo que puede tornar un tanto pastoso el desarrollo de la historia. También está muy presente la exaltación del individualismo y el esfuerzo personal.

Abrahams y el equipo británico.

Abrahams en busca de mejorar su rendimiento contrata al entrenador mitad árabe y mitad italiano Mussabini (Ian Holm), quien es observado con resquemor por su origen étnico. Pero, en definitiva, la libertad y cierta tolerancia priman sobre todo. Si bien para la competición olímpica se presenta a los atletas estadounidenses como los grandes rivales de los protagonistas, la competencia de Abrahams y Liddell es contra ellos mismos.

La épica que se retrata en Chariots on fire es individualista y conservadora. Los supuestos héroes se valen de su esfuerzo para prosperar, y lo pueden lograr dentro de las instituciones que los sujetan. Liddell triunfa a pesar de los límites que le impone su catolicismo militante. Lo mismo sucede con Abrahams y la universidad de elite a la que pertenece. Y los dos lo hacen en nombre de Gran Bretaña. Familia, religión, universidad y nacionalismo son los cuatro ámbitos en los que los individuos, supuestamente libres, se desarrollan.

Afiche de la película (1981).

Está disponible en Star Plus y Google Play. Contacto: elgolocine@gmail.com.

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