No siempre hay respuestas para todo

El drama familiar Ordinary people (1980), dirigido por Robert Redford, muestra las distintas reacciones de una madre, un padre y un hijo a una tragedia. Obtuvo el premio a mejor película y tres distinciones más en los Oscar de 1981.

Por Nicolás Bianchi

La vida no puede continuar de la misma manera luego de la pérdida de un hijo o un hermano. Por más que las convenciones sociales lleven a tener que aparentar una fingida armonía  hay relaciones que se rompen como un vaso de cristal que se estrella contra el suelo. Ordinary people (1980), film que le valió el Oscar a mejor director a Robert Redford, indaga en esas partes que quedan diseminadas luego de un accidente náutico que se cobra la vida de uno de los dos hijos de Calvin (Donald Sutherland) y Beth (Mary Tyler Moore).

Desde un comienzo Redford muestra personajes que parecen transitar por carriles distintos. Calvin y Beth son tomados de frente en la primera escena de la película. Están en la platea de un teatro observando una obra. Calvin cabecea, bosteza, se aburre. Beth está atenta, se ríe con los chistes que realizan los actores. A la salida ella conversa animadamente sobre la obra con una pareja de amigos mientras él continúa apático, indiferente. Las actitudes de ambos se revierten cuando llegan al hogar. Ella se va rápidamente a dormir mientras que él se preocupa porque ve que la luz de la habitación de su hijo está encendida. Entra y conversa brevemente con Conrad (Timothy Hutton), que sufre de insomnio y está visiblemente angustiado. Al llegar a la cama besa a su mujer. Si bien hay algo que los separa entre ellos hay cariño.

Una pareja que comienza a transitar carriles distintos con respecto al drama que los aqueja.

El trauma de Conrad se debe a que compartió con su hermano la noche de su muerte, en una embarcación pequeña durante una tormenta. Al impacto de la pérdida sobrevuela el sentimiento de culpa. Las muñecas de Conrad están cubiertas de cicatrices de un posterior intento de suicidio, que derivó en su internación y tratamientos con electroshock. La familia que muestra Redford es de clase alta, sumamente pudiente, el dinero no es un escollo para conseguir los tratamientos que sean necesarios. Es más, el acceso a una terapia con un psiquiatra puede ser exhibida como una distinción.

Las divergencias entre la pareja que nos muestra Redford se profundizan en un festejo social. Antes, ambos en el auto, de camino al cumpleaños, fantasean con saltarse el compromiso e ir al cine. Calvin no tiene ningún interés en participar de ninguna fiesta. Beth accede, irónicamente, al pedido de su marido, le sigue el juego. En la escena siguiente llegan con su auto a una casona donde se desarrolla la fiesta a la que no querían ir, lo que marca una grisura total en la vida de los personajes que no pueden escapar de las convenciones sociales que los restriñen.

Conrad atraviesa una delicada situación psicológica luego de un intento de suicidio.

Durante el festejo Calvin luce agobiado, no le interesan las conversaciones sobre dinero y trabajo con la que los demás invitados lo acosan. No tiene su ambición allí, parece satisfecho con lo que tiene, que es bastante. A Beth las mujeres la apabullan con comentarios sobre la vida social de conocidos en común, pero ella luce un tanto más animada, incluso cuenta que su hijo accede a tratamiento psiquiátrico. La disyuntiva queda cimentada por Redford. Calvin solo muestra interés en lo que sucede en su casa, en la situación emocional de su hijo en particular. Beth aprovecha cualquier oportunidad para desviar su atención, para huir del hogar.

Afiche de la película (1980). Todo está en el lugar correcto menos el pasado.

La estructura y la factura de la película son tan conservadoras y formales como los personajes que muestra. El detalle psicológico y lo que los diálogos dejan entrever, marcan el pulso del film que se focaliza en el personaje de Conrad. El aspecto más interesante e incómodo a resolver en el desarrollo y desenlace del film es la relación entre un hijo y una madre que parece haber perdido cualquier sentimiento de cariño por él.

Los interesados en ver la película considerada como la mejor de 1980 por la Academia de las Artes y las ciencias Cinematográficas pueden dirigirse por aquí, con estos subtítulos.

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