Rifkin´s Festival (2020) es por ahora la última película del director Woody Allen, quien vive tras un velo de acusaciones por su conducta en el pasado. Es inevitable ver en el film un reflejo de esa realidad y una declaración de alguien que comienza a despedirse.
Por Nicolás Bianchi
La más reciente película de Woody Allen se estrenó apenas unos meses antes de la serie de HBO Allen Vs. Farrow (2021) en la que nuevamente se vuelve a hacer foco en las acusaciones sobre abuso sexual de menores, además de otras controversias, que recayeron sobre el director en el pasado. Además, el advenimiento de la Tercera Ola Feminista obliga a una mirada más crítica sobre las producciones del presente y los roles femeninos que en ellas se advierten.
En Rifkin´s Festival los actores son meros vehículos para que el director se ubique en pantalla alrededor de una serie de estereotipos. El protagonista de la película es Mort Rifkin (Wallace Shawn), un veterano judío del Bronx, escritor frustrado, culto y algo soberbio, o sea Allen. Rifkin oficia de acompañante de su esposa Sue (Gina Gershon), una publicista que acompaña al joven director Phillippe (Louis Garrel) durante el Festival de Cine de San Sebastián, ciudad en la que se filmó íntegramente la película.
Al parecer entre el cineasta y su promotora hay algo más que una relación profesional por lo que el casi decrépito Rifkin queda prácticamente a la deriva. Por una dolencia, porque también en otro tic habitual del director el personaje es hipocondríaco, el protagonista consulta al médico Jo Rojas, que para sorpresa de Rifkin es una mujer interpretada por Elena Anaya. Obnubilado, el anciano busca cualquier excusa para volver a ver a la sensual médica con la que termina recorriendo algunos de los puntos más bellos de San Sebastián.
Además, por las noches el personaje experimenta sueños que lo remontan a sus películas preferidas, como Citizen Kane (1941), de Orson Welles, la nouvelle vague francesa, Federico Fellini y su 8 ½, y varias más. En esas experiencias Rifkin entremezcla sus gustos cinéfilos con recuerdos sobre sus padres y viejos amores. En los primeros veinte minutos de la película, que son los más logrados del film, hay una sucesión de nombres de directores que los personajes sueltan en un diálogo a una velocidad frenética e irreal.
Rifkin´s Festival tiene un tono burlón, ya que el protagonista, por más que es excluido del afecto de su mujer, conserva siempre una posición en la que luce un escalón arriba del resto. Es, en parte, la obra de alguien que ya está despreocupado por algunas formalidades y no tiene ninguna intención de hacer una autocrítica o, si correspondiera, pedir perdón. Por momentos el relato se vuelve altanero, ya que Sue, una mujer madura y sensual, es fría y hasta cruel con su marido. El director Phillippe es presentado como un pedante que dice que su película, sobre el conflicto entre Israel y Palestina, va a lograr que el mundo sea un lugar mejor. Por último la médica Jo se deja galantear por alguien que podría ser su abuelo y, en algún momento, hasta se insinúa que Rifkin podría ofrecerle cierta protección. Las escenas entre Rifkin y Jo bordean lo incómodo. Él es directamente baboso y ella, en un giro más fantástico que toda la saga del Señor de los Anillos, se presta al juego.
Con todos sus defectos la película resulta un poco más interesante que la muy fallida A rainy day in New York (2019), la anterior película de Allen, aunque es inevitable apreciar cierto olor a naftalina en los conflictos y cómo están presentados y desarrollados. Lo mismo sucede con los ya anticuados roles femeninos que suele exhibir el director. En la última fantasía de Rifkin la película citada es El séptimo sello (1957), de Ingmar Bergman, en la que un caballero juega una partida de ajedrez con la muerte. Allen y Rifkin perciben que el final se aproxima y que esta podría ser su anteúltima función.
La película se consigue aquí, con estos subtítulos.
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