Siempre habrá rosas

Mrs. Miniver (1942), dirigida por William Wyler y producida por la MGM, obtuvo el Oscar a mejor película en un tiempo en el que se desarrollaba el momento más álgido de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una historia que busca resaltar la tradición y la importancia de la familia ante el avance enemigo.

Por Nicolás Bianchi

El personaje protagonista de Mrs. Miniver, que es un melodrama atravesado por la guerra, no es el de un soldado sino el de un ama de casa de la Inglaterra rural. La señora Miniver (Greer Garson, también premiada con el Oscar por su actuación) es madre de tres hijos y una mujer muy respetada en su comunidad. Tan es así que Ballard (Henry Travers), el supervisor de la estación de tren local, le pone su nombre a una rosa que cosechó para participar en un concurso.

Las marcas de tradición aparecen constantemente en la película, y quizás no haya algo tan simbólicamente inglés como una competencia de este tipo de flores. La rosa fue adoptada como el símbolo de Inglaterra desde la época de los Tudor. Cultivarlas y perfeccionarlas es, según muestra el film, un acto nacional y un valor importante de defender en tiempos de crisis.

El matrimonio, que dueme en camas separadas, escucha el zumbido de los aviones que van a la guerra.

Mrs. Miniver presenta, a través de su relato, a los valores tradicionales como una suerte de barricada contra el enemigo alemán. La familia Miniver vive en el valle de Belham, en Plymouth. En frente, a través del Canal de la Mancha, se encuentra Normandía, una región clave en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Por eso Clem Miniver (Walter Pidgeon), el marido de la protagonista de la película, es uno de los barqueros civiles que se ofrece para rescatar a los soldados varados en Dunquerque (episodio recientemente desarrollado en el cine en Dunkirk -2017- por Christopher Nolan).

Cuando la familia está unida el relato se permite cierto humor costumbrista, que aliviana el relato, pero rápidamente esas secuencias son interrumpidas por bombardeos o llamados al combate. Vin Miniver (Richard Ney), el hijo mayor del matrimonio, se enrola en la Fuerza Aérea e ingresa y regresa del combate en distintas ocasiones. Por el momento la guerra no genera secuelas y el joven vuelve del frente con la misma sonrisa con la que partió.

Si bien no hay escenas de combate, más allá de aviones que pasan volando sobre la cabeza de los personajes, hay una escena en la que la película delinea al enemigo. Un piloto alemán de avión prófugo y malherido es encontrado por la señora Miniver en el jardín de su casa. El hombre, armado, ingresa en la residencia y exige comida y bebida a punta de pistola. Su presencia es amenazante por más que su estado sea deplorable. Cuando se desvanece y la señora Miniver toma control de la situación, el piloto es reducido por la policía. Pero antes de irse lanza una serie de diatribas y amenazas. Está convencido de la victoria de los alemanes, que a través de él son presentados como fanáticos violentos. Es, en definitiva, un intruso en el mundo tradicional del film. Por eso es que al principio el narrador en off de la película deja en claro que en la guerra se defiende un estilo de vida (‘a way of life’, una frase que suena más estadounidense que británica).

En un bunker casero él toma un té y ella teje. La guerra todavía se puede atravesar con cierta calma.

Mrs. Miniver es deudora de su tiempo, condición que afecta a todas las producciones cinematográficas pero que aquí se ve acentuada porque trata sobre un conflicto que no está resuelto. Por eso en parte es un llamado a la defensa de un estilo de vida que más adelante en el film se refuerza cuando un cura habla de proteger la libertad del pueblo al que él le habla. En un sentido más concreto y real, William Wyler no asistió a recibir su premio porque en 1943 se encontraba combatiendo con la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

A pesar de que algunos personajes que mueren tras un ataque aéreo que además deja al hogar de la familia Miniver semi destruido la guerra en la película todavía es presentada como un trance más sencillo de lo que realmente fue. Altera los techos pero no los cimientos. Puede trastocar la vida cotidiana pero el concurso de rosas se lleva adelante igual, por más que después aparezcan los aviones y las bombas alemanas. En Mrs. Miniver la guerra todavía se puede ganar sin consecuencias devastadoras. Siempre habrá rosas, como dice un personaje al comenzar la historia. Aunque luego nada fue lo mismo, podríamos acotar un océano de tiempo más tarde.

Afiche de la película (1942).

La película se consigue aquí, con estos subtítulos.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar