Shadow in the Cloud (2020), película neozelandesa de la directora Roseanne Liang promete ser un thriller de encierro y terror con contenido feminista en su primera parte pero luego naufraga entre efectos especiales precarios y una noción de verosimilitud que termina agujereada a tiros.
Por Nicolás Bianchi
En su punto de partida Shadow in the Cloud aparece como una película de suspenso y misterio, en la que se tiene que resolver una situación de encierro además de otros enigmas plantados en el primer acto. Pero luego, a la hora de cobrar, se convierte en un film de acción con efectos especiales baratos y escenas que por su resolución provocan la inmediata e irreversible pérdida de interés.
En un punto es una pena porque la primera media hora es realmente prometedora. Chloë Grace Moretz interpreta a Maude Garrett, una joven muchacha que aparentemente integra las Fuerza Aéreas de Nueva Zelanda y se presenta, en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial, en una base militar con la orden de abordar el próximo avión que se dirija a Samoa.
Ya en la nave la tripulación, enteramente compuesta por hombres, se burla de la muchacha, no cree en una palabra de lo que dice y la ningunea sin cesar. La teniente Garrett, así se hace llamar, dice tener una misión que es llevar a destino una cartera rectangular, cuyo contenido no puede divulgar pero debe proteger a toda costa y contra todo contratiempo.
Siempre mirada de reojo por sus compañeros, la muchacha es asignada a una cabina ubicada en la parte inferior del avión. Allí tiene una vista panorámica del cielo que la rodea y un par de ametralladoras para combatir eventuales enemigos, los japoneses, que pueden aparecer en cualquier momento. Desde ese diminuto habitáculo se comunica con el resto de la tripulación por medio de un intercomunicador, en el que accidentalmente escucha una serie de groserías. Los varones de la nave no están acostumbrados a la compañía femenina.
Sin entrar en mayores detalles se puede contar que comenzarán a surgir una serie de inconvenientes y Garrett quedará encerrada en esa torreta inferior por un largo tiempo. La primera señal de alarma que ofrece la película sobre su posible desvarío es la primera secuencia, previa a los títulos, que consiste en un corto animado, supuestamente de la Fuerza Aérea, en la que un locutor en off advierte sobre una serie de peligros que los soldados deben enfrentar. En particular se centra en los ‘gremlins’, una suerte de murciélagos gigantes, que suelen intrusar los aviones y comenzar a destruirlos mordiendo cables e inutilizando otras piezas.
En principio Garrett está encerrada en una cabina a la que se le rompió la puerta que la comunica con el resto de la nave, a merced de posibles aviones japoneses enemigos que pueden aparecer entre las nubes en cualquier momento y amenazada también por una sombra y algunos ruidos misteriosos que por el momento están indefinidos. ¿En serio va a aparecer un gremlin hecho por computadora, que más bien podría ser parte de un videojuego, mientras los enemigos emprenden el ataque contra la nave?
La respuesta es afirmativa. Se perdió una gran oportunidad de construir una metáfora. Una mujer encerrada, maltratada por sus compañeros hombres y ninguneada cuando advierte de ciertos peligros era, en algún momento de la película, un elemento narrativo interesante. Perdón por el spoiler pero cuando el bicho aparece todo empieza a perder sentido. A partir de ahí se sucederán una serie de escenas de acción entre las cuales se resolverán los misterios que el film había sembrado en su planteo.
La cosecha es pobrísima, inverosímil y poco interesante. En conclusión Shadow in the Cloud presenta una serie de elementos sueltos (un corto de animación, algunas líneas de diálogo que introducen tropos feministas, secuencias de terror con un monstruo y escenas bélicas de batallas aéreas) que podrían haber funcionado en distintas películas. No en esta que al menos tiene la virtud de durar poco más de ochenta minutos.
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