Invocar a la Iguazú trae consecuencias

Los que vuelven (2019), dirigida y coescrita por Laura Casabé, es una muestra más de que el cine argentino puede producir películas de género de calidad. En este caso se trata de muertos vivos en Misiones, que buscan venganza contra los pobladores blancos.

Por Nicolás Bianchi

Alejandro Fadel, Jimena Monteoliva, Laura Casabé. Estos y otros nombres comienzan a sumarse a una lista cada vez más vasta de realizadores argentinos que se vuelcan al cine de género, una tradición con poca historia en la cinematografía nacional. Lo positivo, además, no es solo el intento sino también los resultados, que cada vez más responden a un buen estándar de calidad.

Los que vuelven se sitúa en la selva misionera, a comienzos del siglo pasado. En una plantación yerbatera conviven los estancieros, blancos y cristianos, con la peonada originaria. La película se divide en tres capítulos, que también funcionan como los tres actos de la narración, en la que la historia de los que vuelven, o sea los que mueren pero regresan, se cuece a fuego lento para dar un muy buen tercer episodio.

María Soldi, muy sólida.

María Soldi, en una actuación sumamente eficiente, interpreta a la joven mujer estanciera que convive con el personaje de Alberto Ajaka, el patrón. En el primer capítulo del film tiene un niño muerto en brazos y le pide a la Iguazú, entidad mágica o divina del lugar, que se lo traiga de vuelta. Unos años más tarde el niño, que por sus rasgos evidentemente no es hijo de esos patrones blancos, juega con ella a las escondidas en el caserón en el que viven.

Al mismo tiempo un peón es capturado en las inmediaciones del lugar. Tiene los ojos completamente negros y parece rabioso. El cura que interpreta Javier Drolas dice que está poseído. El resto de la peonada observa todo con distancia y cierta desconfianza. Hay dos mundos que conviven en la plantación, los colonos blancos o criollos y los nativos.

El entorno y el paisaje es un componente fuerte de la película. La selva misionera, sus caídas de agua, su espesura que parece esconder siempre algo son un elemento importante para la ambientación que realiza Casabé. A los blancos los que vuelven les pueden aparecer desde la vegetación, como si estuvieran camuflados o escondidos entre las hojas de las plantas.

La selva misionera se integra como un elemento muy fuerte de la película.
Afiche de la película (2019).

El segundo capítulo, aunque resulta sumamente necesario para la trama, es seguramente el más flojo de los tres. Allí se develará el origen del niño y del mal que avanza también. Casabé opta por recurrir constantemente a la ambientación en detrimento del diálogo. Lo que crea la atmósfera de terror es el movimiento de la cámara por los alrededores de la estancia, luego por los rostros de quienes vuelven. En ciertos momentos la película luce estancada. Por otra parte un puñado de tomas con drones aparecen un tanto descolocadas para una historia que transcurre a comienzos del siglo XX. Son puntos de vista que no coinciden con la época.

De todas maneras en el tercer acto y capítulo la espera rinde sus frutos. Hay acción, sangre, austeros y logrados efectos especiales, y también toques de gore, porque Los que vuelven nunca deja de ser una película de terror. Muertos vivos posibles para la selva misionera, que constituyen una interpretación muy lograda de los zombies, personajes que abundan en la cultura popular occidental desde la década del 60, o quizás antes también. Como ellos el cine de género argentino está vivo.

La película está disponible en la plataforma de Cine Ar Play.

Cualquier consulta dirigirse a elgolocine@gmail.com.

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