Susana (1951), una mujer endemoniada

Película mexicana dirigida por Luis Buñuel. Una joven escapa de un reformatorio y es acogida por una familia de ricos en una hacienda. Su presencia altera el orden familiar.

Por Nicolás Bianchi

Este film, distribuido por Columbia Pictures, es una gran producción encabezada por un director que, el año anterior, había ganado la Palma de Oro en Cannes. Además, el elenco está compuesto por un puñado de estrellas. Se trata, a todas luces, de un producto industrial de excelente factura. En cuanto a la trama, recuerda vagamente a Rebecca (1940), de Alfred Hitchcock, aunque con una diferencia central. En aquel caso una mujer confundida es engañada por una familia rica. En este, la familia rica es la que comienza a confundirse por la llegada de una muchacha sumamente atractiva.

Hay dos características centrales del personaje protagónico de Susana (Rosita Quintana) que quedan claras rápidamente (una física y la otra de carácter). Esta joven tiene una personalidad volcánica y está internada en un reformatorio, del que logra escapar. Durante una noche de tormenta, la muchacha llega, sucia y lastimada, hasta una hacienda de una familia rica. Allí es atendida. Al otro día, cuando despierta, todos los hombres comienzan a sentirse atraídos por su irresistible belleza.

La sirvienta Felisa (María Gentil Arcos) lo adelanta. Solo un demonio puede llegar en una noche así. En este sentido, en todo momento la película parece decir que solo un demonio puede lucir tan bien y ser tan seductora para los hombres. Los primeros en caer en el embrujo son los jóvenes. Alberto (Luis López Somoza), es el hijo de los hacendados, y rápidamente es apuntado por Susana como uno de sus objetivos.

Susana es admirada

Al mismo tiempo, el capataz Jesús (Víctor Manuel Mendoza) se enamora y trata de forzar, literalmente, un encuentro con la joven, que en principio no le dice que no a nadie (pero tampoco que sí). Lo más interesante de esto es que Don Guadalupe (Fernando Soler), el dueño de la finca, también comienza a sentirse atraido gracias a los juegos de seducción de Susana. La sirvienta Felisa y la mujer del hacendado, Doña Carmen (Matilde Palou), más temprano o más tarde, empiezan a mirar a esta joven irresistible con desconfianza.

Esta película destaca por su dinámica. En tono de drama con tintes psicológicos, presenta una serie de enredos entre Susana y todos estos personajes. En principio, la estrategia de la joven está orientada a sobrevivir. Después, su plan, que nunca es explícito, parece tener por fin quedarse con todo. Sus únicos activos son su sex appeal y cierta astucia.

A medida que se aproxima al desenlace, la película va planteando distintos problemas que deben resolverse. Esto sucede en una escena final quizás excesivamente conservadora. Susana vuelve al reformatorio y la familia, que había estado a punto de disolverse, continúa su vida con total orden y normalidad, como si nada hubiera pasado. Mientras cenan, un Cristo de grandes dimensiones decora la sala. Los sirvientes y el capataz vuelven a sus labores. Cada uno en el lugar que le corresponde. Esto, además, es presentado como un triunfo del bien sobre el mal. Solo un demonio podía llegar en una noche de tormenta como aquella.

Afiche de la película (1951)

Está en YouTube. Contacto: elgolocine@gmail.com

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