La épica fálica de Braveheart (1995)

Dirigida, producida y protagonizada por Mel Gibson, la película interpreta la historia del patriota escocés William Wallace, que peleó contra el dominio inglés a fines del siglo XIII y principios del XIV. El film muestra a un revolucionario lleno de testosterona y libertario hasta la muerte.

Por Nicolás Bianchi

Un par de milenos antes que el verdadero William Wallace hollara los campos de Escocia varias civilizaciones ya habían desplegado un culto a lo fálico. Así se interpretan algunos obeliscos egipcios y esculturas de distintos puntos del mundo que incluyen a Grecia y Roma. A partir de estos simbolismos cargados de sentido los hombres buscaban invocar dos virtudes: la virilidad y la fertilidad.

En Bravehart, galardonada como la mejor película de su año por los premios Oscar, Gibson está mucho más interesado en lo primero que lo segundo. Wallace, interpretado por él mismo, busca liberar a su país de los ingleses. Se trata de una empresa que requiere, según sostiene la película, testículos. Además, todo empieza por un par de ofensas inglesas a la intimidad de los caballeros escoceses.

Wallace, el revolucionario viril.

En este sentido, el disparador del conflicto es la instauración del derecho de prima nocte por parte de los nobles ingleses, según el cual se atribuían la potestad de pasar la primera noche con cualquier mujer que contraiga matrimonio en sus dominios. Uno de los fieles amigos de William sufre este ultraje cuando un añoso señor inglés se lleva a su mujer para consumar su derecho. Vale aclarar que lo que podría significar esto para esta y cualquier otra mujer no es ni siquiera considerado por el film. Lo que importa es otra cosa.

La ofensa que sufre Wallace es aún mayor porque ese mismo señor degüella a su esposa Murron (Catherine McCormack), con quien se había casado en secreto para no sufrir la ofensa de que su compañera sea penetrada por otro hombre. Además, la fuerza viril del patriota escocés interpretado por Gibson se contrapone con las características de sus enemigos, que son el decrépito y perverso rey Eduardo I (Patrick McGoohan) y su hijo homosexual y amanerado, el príncipe Eduardo (Peter Hanly), heredero al trono.

Antes de perderlo «todo».

A medida que Wallace progresa en su campaña, el personaje despliega toda su potencia masculina a través del coraje, la inteligencia militar y, por supuesto, la fuerza. El lado macho, que domina la interpretación de Gibson, se muestra de distintas maneras. Antes de su primera batalla exitosa, Wallace, y un par de sus adláteres, le muestran sus genitales al ejército inglés que está por ser derrotado. Por otra parte, la voluminosa espada de William es un símbolo omnipresente en todo el film. Literalmente, la película muestra una y otra vez que Wallace es el que tiene la espada más grande.

En su avance, el libertador escocés no solo conquista algún castillo y varias leguas de tierra, sino también el corazón de la reina Isabelle (Sophie Marceau), esposa del heredero gay. A propósito, en el personaje del príncipe, la homosexualidad es presentada como una afección discapacitante. Esto es así porque su padre y su esposa saben que él no va a poder ni saber ejercer el poder.

Wallace encuentra a sus peores enemigos en su propio bando. Gracias a la tibieza del noble escocés De Bruce (Angus MacFadyen) y a la traición de otros distinguidos miembros de la elite escocesa, los ingleses logran capturarlo. Durante la famosa escena de su ejecución, y antes del célebre grito de freedom, William pierde sus genitales. El revolucionario es emasculado frente a una muchedumbre que ante semejante espectáculo comienza a pedir piedad. Es que, en este mundo creado por Gibson, perder la virilidad es perderlo todo.

Afiche de la película (1995).

La película está disponible en Star +. Contacto: elgolocine@gmail.com

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