Un relato torpe que no logra conmover

Four good days (2020), dirigida por Rodrigo García, está basada en una serie de artículos periodísticos del Washington Post y en una historia real de una adicta a la heroína que, con la ayuda de su madre, intenta recuperarse. Con Glenn Close y Mila Kunis.

Por Nicolás Bianchi

Los pocos aciertos que hay en Four good days son prontamente dilapidados por una película que no muestra mayor ingenio para presentar un drama humano duro que, a pesar de la gravedad de las situaciones que narra, no consigue ni un mínimo poder emotivo. El contexto de la epidemia de consumo de heroína y opiáceos en Estados Unidos está decentemente construido así como la primera secuencia, en la que una hija ruega para que su madre la ayude.

Molly (Mila Kunis) toca a la puerta de la casa de su madre Deb (Glenn Close) después de mucho tiempo. Está flaca, pálida y desdentada, en un estado deplorable. Sin embargo Deb le niega la entrada y le reitera, con cierta frialdad, que será bienvenida cuando esté limpia pero no antes. Molly pasa la noche a la intemperie en el palier de la vivienda y finalmente a la mañana su madre cede, con la condición de que inmediatamente van a ir a un centro de rehabilitación.

El consumo de opiáceos es considerado una epidemia en Estados Unidos.

En principio Four good days es una historia sobre la adicción de Molly, pero principalmente sobre la relación con su madre a partir de ese problema con el que tropezó en la vida. Una vez que llegan a la clínica un médico les informa que la mejor opción con que cuenta la joven, de 31 años y con más de diez de adicta, es una inyección mensual que bloquea los efectos de los opiáceos, para lo cual debe permanecer ocho días sin consumir. Los primeros cuatro los puede atravesar en una sala común del centro pero los otros no, por lo que Molly debe vivir, y aguantar, esas cuatro jornadas con su madre.

El contexto del consumo como un problema social está construido a partir de la historia de Molly, cuya adicción se disparó a partir de que un médico le recetó un analgésico legal para tratar un accidente en una rodilla, y luego a partir de la dimensión del problema. Son muchos los estadounidenses que como el personaje viven aprisionados en el mundo del consumo, y constituyen una suerte de sociedad en paralelo al punto tal que una ex profesora de Molly le ofrece dar una charla en el colegio secundario porque ese año ya fueron dos los casos de muertes por sobredosis.

Las líneas de diálogo son torpes, los personajes siempre dicen exactamente lo que sienten.

Four good days luce escrita a las apuradas y sus diálogos no tienen ni un solo pequeño lugar para la más mínima sutileza. En el mismo sentido los personajes principales solo cuentan con dos estados emocionales posibles. O están en calma o en estado de histeria, sin estaciones intermedias ni lugar para los matices. Más allá de Molly y Deb no hay ningún desarrollo de los personajes secundarios. Deb vive con un hombre que no aparece prácticamente en ninguna escena. Molly tiene una hermana, ex parejas, hijos, pero ninguno tiene un rol que le aporte algo a la película.

Más allá de estar filmada con cierta ordinariez, como si fuera una película televisiva de bajo presupuesto, el principal defecto del film es que se trata de un relato duro y triste que no logra transmitir ninguna de esas sensaciones. Aún más, la secuencia de la historia que supone la mayor tensión no está filmada y lo que allí pasó se repone por un diálogo en el que uno de los personajes cuenta exactamente lo que sucedió. El cine debería ser, más allá de la posibilidad de leer y escuchar, para mirar, sus historias entran por los ojos y, lamentablemente, en Four good days no hay nada para ver.

Afiche de la película (2020).

Está aquí.

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