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Sin señas particulares (2020) es una extraordinaria película mexicana dirigida por Fernanda Valadez y realizada íntegramente por mujeres. Cuenta la odisea de una madre que busca a su hijo desaparecido en la frontera. Recibió premios en una decena de festivales como San Sebastián o Sundance.

Por Nicolás Bianchi

En Sin señas particulares la crueldad está en la historia, o sea en el contenido de la narración, pero no en el relato ya que está contada desde un punto de vista humanista, con un estilo visual destacado y por momento hasta con ternura, la poca que es posible dentro de un mundo de horror. Todos los aspectos formales del film son valorables y, en tiempos de luchas por la igualdad, se trata de una obra íntegramente realizada por mujeres.

La directora Valadez coescribió el guión junto con Astrid Rondero. Ellas dos junto con Susan Korda realizaron la edición. La dirección de fotografía, que permite planos brillantes del México rural, es de Claudia Becerril Bulos. La dirección de arte de Dalia Reyes y la música de Clarice Jansen. Cuatro de las cinco firmas que producen la película también son de mujeres.

El camino del deportado de vuelta a México.

‘Se fueron dos semanas después pero ya pasaron dos meses’, le dice Magdalena (Mercedes Hernández en un vibrante trabajo de actuación) a la policía cuando reporta que su hijo, que iba rumbo a Arizona, está desaparecido. Sin mayor contención ni ayuda de parte de las autoridades la madre inicia una odisea para intentar averiguar algo del paradero del muchacho.

De a poco la mujer se adentra en un infierno que tiene lugar en la frontera. En una dependencia burocrática le muestran fotos de un bolso que fue encontrado en una fosa común, donde también hallaron al amigo que acompañaba a su hijo. Si Magdalena firma un papel que le ofrecen, y que no puede leer porque no sabe, se declarará a su hijo por muerto. Pero sin la certeza del cuerpo la mujer se aferra a algún consejo de otra madre y a alguna tenue esperanza. Así es como comienza a seguir una pista improbable que la llevará a descender en un mundo de terror.

Valadez cuenta el horror a partir de las expresiones de Magdalena y de otros personajes que no siempre aparecen en cámara aunque se escuchan sus voces. Repiten frases como ‘no hablo con desconocidos’, ‘eso aquí no se puede preguntar en voz alta’ y demás variantes de lo mismo. En esa porción rural del país reinan el miedo y el terror. En sentido inverso al de la protagonista viaja Miguel (David Illescas), que luego de ser deportado de Estados Unidos intenta volver a rencontrarse con su madre. Ambos personajes, distintos pero con mucho que los une, comenzarán a caminar juntos, con la siempre presente amenaza de los hombres encapuchados y armados hasta los dientes que patrullan las carreteras mexicanas.

La fotografía es uno de los tantos aspectos destacados del film.

Las razones políticas o sociales de tal estado de situación son obviadas por Valadez que se centra en el aspecto humano y sentimental del trajín que atraviesan los personajes. En cualquier caso ni Magadalena ni Diego pueden combatir ese mal sino que necesitan cumplir con sus misiones personales más pequeñas, o sea encontrar al ser querido que les falta. Lo duro del relato es cortado por una serie de tomas en los que se resalta el paisaje bucólico del interior mexicano. Es un alivio en medio de tanta opresión y sufrimiento, y también una prueba de que se puede estilizar una historia cruel sin alivianarla.

La película está elaborada, desde el plano visual, al detalle. Las imágenes comunican tanto o más que los diálogos. En su búsqueda heroica Magdalena agota todas las posibilidades. Se cruza, en esas praderas casi deshabitadas, con un chamán que sobrevivió al horror, quien interpreta que solo fuerzas del mal que no son de este mundo pueden ser la causa de tanto dolor. Quizás no haya una explicación mejor. En la frontera ronda el diablo.

Afiche de la película (2020).

Está aquí. Consultas: elgolocine@gmail.com.

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