El problema con las brujas es que pueden llegar a alterar el universo

Akelarre (2020) es un extraordinario drama de época en el que un grupo de jóvenes debe afrontar un proceso judicial por brujería en el País Vasco, a principios del siglo XVII. Dirigido y escrito por Pablo Agüero, cuenta con una fabulosa actuación de Amaia Aberasturi.

Por Nicolás Bianchi

Cuenta con acusaciones de brujería, descripciones puntillosas de encuentros diabólicos y una posibilidad latente de un despertar mágico pese a lo cual Akelarre no se vuelca en ningún momento hacia el género del terror sino que permanece siempre en el tono del drama. Aunque por momentos sea una película de encierro y en otros un relato judicial. Es, además, siempre una alegoría actual sobre las relaciones de poder y las mujeres.

Ana (Aberasturi) es la más extrovertida e inteligente de un grupo de costureras que vive en una muy humilde aldea rural vasca. Durante sus jornadas de trabajo bromean, ríen e incluso cuando pueden realizan alguna excursión al bosque y a los acantilados, los sitios más bellos del lugar en el que viven. Allí puede ser que bailen y canten, siempre entre ellas porque los hombres del poblado son pescadores que están en altamar.

Los oscuros representantes del poder real.

Cuando las autoridades del poder central, comandadas por el juez (Alex Brendemühl) y el consejero (Daniel Fanego), desembarquen en la región comenzarán los juicios y las acusaciones. Los inquisidores persiguen a las jóvenes mujeres acusadas de brujería, delito al que se asocia males como las malas cosechas, los embarazos perdidos y demás accidentes que alteran la vida rural. ‘No hay nada más peligroso que una mujer que baila’, sostiene el severo juez.

Agüero cuenta el apresamiento de las jóvenes desde el punto de vista de ellas, se involucra narrativa y emotivamente con las muchachas que pasarán a ser interrogadas y violentadas. La película está filmada con una combinación de técnicas que le imprimen una dinámica muy fluida al relato. Si una de las chicas corre la cámara puede correr y escapar con ella, para que cuando sea alcanzada el punto de vista sea aún más próximo. Al espectador, en primera persona con el personaje, también le ponen la capucha sobre sus ojos para volver a ver recién dentro del calabozo mugroso.

Iniciados los interrogatorios, que también comprenden vejaciones físicas, Ana adopta el papel de Sherezade. No necesita mil y una sino solo seis noches para que sea luna llena y los hombres regresen del mar y las rescaten. Hay, de fondo, también un enfrentamiento nacional, ya que los inquisidores responden al rey y hablan castellano, mientras los demás personajes, entre ellos, se comunican en vasco, un lenguaje inaccesible para los otros.

Aberasturi realiza un trabajo excepcional.

El duelo entre Ana, la supuesta bruja, y el juez determinará la suerte de las jóvenes, con la amenaza de la hoguera pendiente sobre ellas. En Akelarre las mujeres pierden el miedo, consideran racionalmente sus posibilidades, se organizan, trazan un plan y lo llevan adelante. Los hombres que representan al poder son personajes desagradables, oscuros, prácticamente enfermizos. Las actuaciones de Fanego y Brendemühl son también rigurosamente sólidas.

La película cuenta con una decena de nominaciones para los próximos Premios Goya, de los más importantes en España, por su gran calidad técnica y visual, además de la destacadísima actuación de Aberasturi. El relato de época habla también del presente y de las relaciones de poder entre hombres y mujeres, sobre todo jóvenes. Los hombres temen a las mujeres que no tienen miedo, se escucha en esos injustos calabozos que persiguen un delito que nunca existió. ¿O acaso hay brujas que vuelan de verdad?

Afiche de la película (2020).

La película se consigue aquí, o escribiendo a elgolocine@gmail.com.

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