La taquígrafa y el hijo del banquero

You Can’t Take It with You (1938), en castellano Vive como quieras, es una comedia romántica de Frank Capra producida por Columbia que cuenta el romance de una pareja en la que están atravesadas distintas clases sociales en Estados Unidos a la salida de la crisis del año 29.

Por Nicolás Bianchi

Los tiempos de vacas flacas quedaron atrás. Wall Street vuelve a ser un hervidero de gente y negocios en el que el banquero Anthony Kirby (Edward Arnold), un ricachón regordete con problemas estomacales y aspecto severo, planea una ambiciosa fusión de empresas para instalarse como productor de armas, una de las ramas más pujantes del siglo XX.

Para ello necesita erigir un complejo industrial en un barrio en el que todos están dispuestos a vender su propiedad menos un propietario, el señor Vanderhof (Lionel Barrymore), un hombre delgado y bonachón que anda en muletas luego de torcerse un tobillo por jugar con su nieta.  Las piezas de a poco comienzan a encajar en You Can’t Take It with You, que con dos horas y seis minutos de duración es más larga que lo que se acostumbra dentro de su género. Por ejemplo, It Happened One Night, la comedia romántica ganadora del Oscar a mejor película en 1935 cierra en una hora y 45.

Música, baile, pintura y ¡explosivos! en la casa de los Vanderhof y los Sycamore.

Pero la película, que se alzó con ese mismo premio en 1939, cuenta con un primer acto extenso, en el que quizás se sobre presente a los personajes. Del lado de los Kirby están también el hijo Tony, interpretado por un joven James Stewart, y la madre, la señora Kirby (Mary Forbes), una dama de alta sociedad que se horroriza ante cualquier evento que incumpla con las reglas de etiqueta con las que rige su vida.

A su vez, el joven Tony, el hijo del banquero, está enamorada de su secretaria y taquígrafa, Alice Sycamore (Jean Artur), que es además la nieta de Vanderhof. Los Vanderhof y los Sycamore viven en un caserón junto a aproximadamente otras diez personas, prácticamente como en un conventillo. En ese hogar siempre reina el bullicio y la música ya que Vanderhof toca la armónica, uno de sus hijos el xilofón, otros bailan y, además, tienen una fábrica clandestina de fuegos artificiales en el sótano, por la que cada tanto se escucha una explosión.

La película, luego de la larga introducción, plantea una historia muy sencilla: un romance entre un hombre rico y una mujer de clase media trabajadora. Así primero se dará la incomodidad de Alice cuando visite el mundo social de Tony y luego, lo más sustancioso, se dará cuando el joven millonario concurra con sus padres a pasar una noche en la casa de los Sycamore y los Vanderhof.

El gesto adusto en el rostro del patriarca Kirby.

Allí la película cobra un ritmo que hasta entonces no había tenido y se suceden los episodios delirantes sostenidos en un ambiente en el que resulta muy bien trabajada la incomodidad. La secuencia, como era de esperar, termina muy mal para los enamorados que ven como su proyecto de pareja es incompatible con sus familias por lo que se produce la separación, como es necesario en las películas del género.

Porque si no luego no habría reconciliación. Lo que sucede en el desenlace básicamente es que el señor Kirby experimenta un momento de humildad, desecha su gran fusión y opta por hacer las paces con los simpáticos miembros de la familia de quien parecía su opuesto, el simpático y bohemio Vanderhof. La película hace que los ricos se bajen del pedestal por un momento, como si eso fuera necesario para cierta reconciliación social luego de la crisis del 29. No porque vayan a ser menos ricos sino, quizás, porque, al menos en apariencia, las distancias deben ser menores para favorecer la convivencia. Y para que la pareja se reconcilie, claro, como en buena parte de las comedias románticas de Hollywood.

Afiche de la película (1938).

La película se consigue aquí, con estos subtítulos.

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