Ídolos de masas en ridículo

The Phantom of Paradise (1974), de Brian De Palma, es una comedia, musical y parodia realizada cuando se registraba el apogeo de la cultura del rock. El director integra las escenas musicales de manera tal que prevalece el tono de drama hilarante, por lo que los personajes no cantan para decir sus diálogos.

Por Nicolás Bianchi

Las críticas, o quizás sea mejor hablar de bromas, que The Phantom of Paradise ejerce sobre la cultura popular del rock están hechas desde un formato sumamente clásico, ya que la película es una adaptación de El Fantasma de la Ópera entreverada con la trama de Doctor Fausto y El retrato de Dorian Grey. El foco está puesto en la idolatría, tanto de músicos como de otros personajes que circundan la escena, sus aires de divinidad y la histeria colectiva que alimentan en el mundo que los rodea.

Winslow (William Finley) es un compositor clásico que ofrece su trabajo al magnate de la industria musical Swan (Paul Williams), quien, al mismo tiempo, lo descarta a él pero se apropia de su obra, ya que busca un acto con para inaugurar el teatro The Paradise. Esa pieza que el misterioso y villano millonario roba es una nueva reversión de Fausto.

Winslow se enamora perdidamente de Phoenix.

En su caída en desgracia Winslow termina preso pero escapa a costa de sufrir un accidente que le desfigura la cara y le quema las cuerdas vocales, por lo que nunca podrá cantar. Pero antes de su estadía en prisión el protagonista había conocido a Phoenix (Jessica Harper), una joven que se presentó para audicionar ante Swan. Winslow se enamora tanto de su voz como de ella, y su objetivo pasa a ser que sea la única que interprete la música que él escribe.

Para ello se filtra disfrazado en el teatro Paradise y comienza a vivir entre bastidores, como el Fantasma de la Ópera. Cubre su cara deformada con una máscara y aterroriza a algunos trabajadores desprevenidos. Swan, sin embargo, negociará con él, o más bien tratará de engañarlo, mediante una serie de pactos en los que, en apariencia, todos obtienen lo que buscan.

El villano Swan.

Más allá del argumento en sí, la película tiene un tono que se podría llamar burlón para con la cultura del rock. Swan es una estrella misteriosa que no deja ver su rostro y a quien casi nadie conoce en persona aunque miles lo idolatren. Es, a la par, un empresario despiadado y perverso que manipula multitudes y goza al ser reverenciado por jóvenes y bellas mujeres.

Más tarde, cuando finalmente se lleve adelante la apertura del teatro y se exhiba una obra, se pueden detectar referencias, un tanto payasescas, a Mick Jagger y los Rolling Stones, The Who y otros grupos fudamentales de la cultura del rock. Y, al ser una película de De Palma, no puede faltar la referencia a Hitchcock. En este caso es una escena breve pero graciosa que recupera en tono de comedia a la de Psicosis en la ducha. El director deja su sello, aunque se trata de una comedia con mucho de musical, un género que nunca volvió a visitar.

Afiche de la película (1974). Él vendió su alma al rock and roll.

La película se consigue por aquí, con estos subtítulos.

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