El tiro del final

The verdict (1982), película de Sidney Lumet escrita por David Mamet, consiste en el juicio que lleva adelante el decadente abogado Frank Galvin (Paul Newman) contra un hospital regenteado por la iglesia católica de Boston en un caso de presunta mala praxis médica.

Por Nicolás Bianchi

Hay películas que logran crear un pequeño mundo propio y The verdict (1982) es una de ellas. Sidney Lumet muestra a la ciudad de Boston fría y clásica, con sus edificios de techos altísimos, la nieve en las calles y un Palacio de Justicia de grandes proporciones en el que los hombres se ven pequeños. El último escenario destacado es el bar donde Frank Galvin (Paul Newman) pasa gran parte de su tiempo entre la bebida, una máquina de flipper y las conversaciones con los parroquianos.

Galvin es un abogado que está sumido en una profunda decadencia. Está solo, bebe y fuma desde la mañana a la noche y hace mucho tiempo que no gana un pleito. “Solo tuvo cuatro casos en los últimos cinco años y los perdió todos”, se escucha en algún momento de la película. Su amigo y mentor Mickey (Jack Warden) le acerca un trabajo, la oportunidad de representar a una mujer cuya hermana está en coma desde hace cuatro años por una mala reacción a la anestesia durante un parto.

Frank Galvin, un abogado sumido en la decadencia.

La otra parte es el Hospital St. Catherine´s controlado por la archidiócesis de Boston, que prefiere evitar el juicio y ofrece una buena suma de dinero. La propuesta, en principio, les cierra a todos. La familia de la víctima es de clase trabajadora y podría así comenzar a darle un cierre al asunto. A Galvin su parte también le vendría bien ya que ni siquiera tiene secretaria en su mugriento despacho.

Como parte de su trabajo Galvin visita a la víctima, que duerme desde hace años en otro hospital. La observa, lee su historia clínica, toma algunas anotaciones. En ese pabellón silencioso y compartido con otros pacientes graves Galvin tiene una especie de epifanía. Se decide a no aceptar el dinero e ir a juicio. Si bien estima que puede obtener una suma mayor lo que lo impulsa, en principio, parece ser una suerte de deseo de justicia, aunque luego parezca que lo que necesita es hacer algo importante alguna vez, ganar, conseguir algún mérito. Y dada su edad, bien pasados los 50, y su condición actual, este parece ser el último llamado del tren, el tiro del final.

Laura (Charlotte Rampling), una mujer misteriosa de voz grave que seduce al protagonista.

A partir de su segundo acto The verdict es el desarrollo de un juicio, lo que Lumet ya había hecho con maestría en 12 angry men (1957). Aquí se repite la lógica del uno contra todos o de David contra Goliath en una corte. Galvin tiene solo a Mickey de su lado. Del otro lado, el obispado cuenta con el abogado Ed Concannon, en una actuación formidable de James Mason, y un nutrido grupo de profesionales que cuentan con todo tipo de recursos. Hasta el juez, al enterarse que Galvin no aceptó el dinero que le ofrecían, se vuelve en contra del protagonista. De todos modos, la última palabra la tendrá el jurado.

En el transcurso de la película se advierte una división marcada entre clases sociales. Los abogados, los médicos y los funcionarios de la iglesia dirimen sus problemas en vastos despachos mientras beben té o whisky. Esos problemas suelen concernir a trabajadores, enfermeras, pacientes de hospitales, como en este caso. “Ustedes son todos iguales, van atrás de los dólares”, le dicen varias veces unos personajes a otros. En esa comparación, un profesional liberal como Galvin, al que la vida le pasó por arriba, y que se entrega despreocupadamente al alcohol aparece como un personaje banal.

Afiche de la película (1982).

The verdict es una película austera y efectiva. Luce, a propósito, como si hubiera sido hecha veinte años antes. Es, en algún sentido, un film a la vieja usanza o old fashioned. Su principal recurso es el sólido guión de David Mamet y la amenidad con que Lumet filma los diálogos, precisos y didácticos cuando así se los necesita. En los pocos exteriores se puede apreciar el frío que recorre la ciudad. En la oficina y el bar de Galvin se sienten los vahos del cigarrillo y la bebida.

La película recibió cinco nominaciones para los premios Oscar de 1983, aunque finalmente no obtuvo ninguno. Sí recibió otras condecoraciones en distintos eventos de 1982 y 1983.

Se consigue con cierta facilidad en ese bar siempre abierto que es internet (con estos subtítulos).

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